Libertad Religiosa - Laicidad positiva

Laicidad positiva

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Banderas en una torreEl concepto de laicidad positiva ha sido formulado en tiempos recientes por el actual jefe de Estado de Francia en algunos de sus escritos y en algunas intervenciones públicas. En Roma, en diciembre pasado, todos recordamos, quizás un tanto desconcertados, el discurso de Sarkozy en el que proclamó la relevancia de la laicidad positiva. Ahora, Benedicto XVI ha aprovechado su reciente viaje a Francia para subrayar que la separación de poderes, como tantas instituciones y construcciones intelectuales, tiene origen cristiano.

Esa separación de poderes no implica, como entendió el laicismo ramplón, que lo temporal y lo espiritual deban estar de espaldas el uno del otro. El ámbito espiritual y la dimensión temporal, no corren en paralelo. Más bien, si seguimos una versión abierta, positiva o integradora de la laicidad, resulta que lo religioso y lo político, sin identificarse, han de colaborar estrechamente para garantizar la centralidad de la dignidad del ser humano y de sus derechos fundamentales. En realidad, la acción social de la Iglesia Católica en todo el mundo, cuidando tantas veces a enfermos desahuciados o, por ejemplo, a las víctimas del sida que ya ni siquiera tienen acomodo en la red pública hospitalaria, demuestra hasta que punto la cooperación de la Iglesia es esencial en la responsabilidad social del Estado.

El diálogo entre Estado y religiones, el reconocimiento de la libertad religiosa, han de posibilitar que el mundo espiritual deje de estar proscrito, expulsado en tantos países del espacio público. Sobre todo porque, guste más, poco o nada, resulta que de los múltiples aspectos que conforman la realidad, la dimensión espiritual o religiosa es uno de ellos y, como tal, ha de tener el mismo reconocimiento público, al menos, que los demás factores que componen el espacio de la deliberación pública.

El Estado ha de crear las condiciones, como proclama solemnemente el artículo 9.2 de la Constitución española, para que la libertad, en todas sus proyecciones, sea real y efectiva. Por tanto el Estado debe facilitar el normal y razonable despliegue de esta libertad porque, aunque algunos no comprenden el pluralismo, el ser humano tiene derecho, como señala el artículo 10.1, también de nuestra vigente Constitución, al libre desarrollo de su personalidad.

Esperemos que este nuevo, y viejo, concepto de la laicidad positiva, abierta, plural o integradora, vaya poco a poco acabando con las versiones unilaterales de un laicismo que tiene como gran objetivo la expulsión de lo religioso, específicamente lo católico, de la vida pública. El pluralismo siempre es positivo para la convivencia humana, el unilateralismo, como se comprueba a diario, es negativo, nocivo. ¿O no?

Fuente: La Región, Orense (España), 23 de septiembre de 2008

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